La luz artificial es otra forma de contaminación

Por: Alfredo Unda | Publicado: 03.11.2020
La luz artificial es otra forma de contaminación / Blair Witherington
De acuerdo a una reciente investigación publicada en la revista Nature Ecology and Evolution, el impacto de la iluminación humana ha crecido hasta el punto de producir perturbaciones sistémicas, alterando la fisiología, conducta o genética de animales y plantas.

Una investigación reciente dice que la luz artificial debe tratarse como una forma más de contaminación porque su impacto en el mundo natural se ha ampliado hasta el punto de la alteración sistémica.

La iluminación humana del planeta está creciendo en rango e intensidad en alrededor del 2% anual, creando un problema que se puede comparar con el cambio climático, según un equipo de biólogos de la Universidad de Exeter, en el Reino Unido.

El artículo publicado en la revista “Nature Ecology and Evolution” indica que los niveles hormonales, los ciclos de reproducción, los patrones de actividad y la vulnerabilidad a los depredadores están siendo afectados en un amplio rango de especies.

La luz artificial debe tratarse como otra forma de contaminación porque su impacto en el mundo natural se ha ampliado hasta el punto de la alteración sistémica, dice la investigación.

Desde la reducción de la polinización por insectos y árboles que brotan más temprano en la primavera, hasta aves marinas que vuelan hacia los faros de los litorales marítimos y tortugas marinas vagando por error tierra adentro al confundir hoteles brillantes con el sol del amanecer que buscan, se han analizado numerosos estudios en 126 documentos previos que han evaluado la extensión del impacto.

En todas las especies animales examinadas se encontraron niveles reducidos de melatonina – una hormona que regula los ciclos de sueño – como resultado de la luz artificial nocturna.

Los patrones de comportamiento han sido alterados tanto en criaturas nocturnas como diurnas. Los roedores, que se alimentan principalmente por la noche, están activos por períodos más cortos, mientras que los pájaros empiezan a cantar y a buscar gusanos más temprano en el día.

Los resultados no han sido sólo negativos. Los científicos dicen que ciertas especies en algunos lugares se han beneficiado de la luz nocturna: algunas plantas han crecido más rápido y algunos tipos de murciélagos han prosperado. Pero destacan que el efecto general ha sido perjudicial, particularmente para los insectos atraídos a las bombillas de la calle o a las luces de automóviles en rápido desplazamiento, donde se chamuscan y perecen.

«Lo que destaca es lo persistente y extensivo que son los efectos. Los efectos se han encontrado en todas partes: microbios, invertebrados, animales y plantas», dice el autor principal, Kevin Gaston, profesor del “Instituto de Medio Ambiente y Sostenibilidad” de la universidad. «Necesitamos empezar a considerar la iluminación de la misma manera en que consideramos otras grandes presiones sistémicas como el cambio climático». Y menciona que ha habido un aumento en los estudios en los últimos cinco a 10 años a medida que la cantidad de iluminación en el mundo ha aumentado y los efectos se hacen más evidentes.

Las imágenes satelitales de la Tierra por la noche muestran la rapidez con la que el problema se está expandiendo geográficamente, y las luces también se están volviendo más intensas a medida que las bombillas caras de ámbar suave son reemplazadas por un mayor número de luces LED baratas, de luz blanca brillante. Esto es biológicamente problemático porque la luz blanca tiene un espectro más amplio, como la luz solar.

Gaston exhorta a los gobiernos, las empresas y los individuos a ser más discriminadores. «Actualmente, tenemos la actitud de que la iluminación es algo que instalamos por ahí y no pensamos mucho en ello. Pero hay que pensar en términos de usarla sólo cuándo, dónde y cómo la necesitamos», dice, ya que «Es otro contaminante».

A diferencia de la crisis climática, dice que resolver el problema de la iluminación ahorraría en lugar de costar dinero. Usar menos luces, implicaría menores costos, menos electricidad y menores emisiones. Pero requiere un cambio de mentalidad.

«Al centro del problema, está la necesidad humana profundamente arraigada de iluminar la noche. Todavía tenemos miedo de la oscuridad», dice. «La capacidad de convertir la noche en algo como el día es algo que hemos perseguido mucho más allá de la necesidad de hacerlo».

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