Una nueva línea de transmisión eléctrica entre la isla y el resto de Chile abre la posibilidad de aprovechar los vientos del archipiélago. Pero comunidades levantan alerta por los impactos a la biodiversidad, sobre todo a las reservas de agua de Chiloé: las turberas o pompones.
Cristina Soto vive con sus hijas en San Antonio de Huelden, en la punta norte de la isla grande de Chiloé. Construyó su casa al lado de sus padres, en el campo. Juntos, tienen animales y tres grandes invernaderos donde cultivan variedades de frutas, verduras y hierbas medicinales.
“Nuestra lucha empezó en 2019 en contra de un relleno sanitario que se iba a instalar en la parte alta del territorio, donde nacen todas las aguas” cuenta Cristina, que también es werken (vocera) de su comunidad mapuche williche. El relleno finalmente no se instaló, pero el costo fue alto. “Muchos de nuestros comuneros fueron detenidos, encarcelados, otros llevados al hospital, hemos tenido que defendernos en el ámbito teórico y espiritual. Ganamos, pero fue un año de sacrificio, muchos de nosotros dejamos nuestras casas, a nuestros hijos, dejamos nuestro trabajo diario abandonado, nuestros animales”.