Además de tener que esquivar a las embarcaciones, el aumento del ruido submarino podría tener un gran impacto en la ecolocalización de los cetáceos, quienes utilizan el sonido para comunicarse, buscar alimento y capturar sus presas.
Se corre el riesgo también de alterar la conducta natural de los animales, cambiando la velocidad de su navegación y obligándolos a buscar lugares diferentes de alimentación y descanso.
Con respecto a los potenciales impactos en el ecosistema, la experta también alerta sobre los posibles ductos de agua que desembocan en el mar con agua a mayor temperatura y residuos químicos. “Eso influirá directamente en la composición y diversidad de las especies, las cuales pueden vivir en ambientes con ciertas características de temperatura y salinidad.
Con esto se producen cambios en la abundancia de las distintas poblaciones, provocando finalmente, cambios en la estructura de la trama trófica. Esto será algo difícil de observar desde tierra, pero afectaría, por ejemplo, a las pesquerías tradicionales de pequeña escala, como las del pejerrey y róbalo, y al turismo de avistamiento de cetáceos, de pingüinos, de las loberas, etc.”.
Para Haro, ante un eventual aumento del tráfico marítimo en el estrecho de Magallanes, se deberían generar mesas de trabajos con los actores involucrados, protocolos y reglamentos que consideren zonas que son críticas para el ciclo de vida de los mamíferos marinos e implementar, por ejemplo, medidas de reducción de velocidad en estas zonas o la observación de animales en determinados puntos.
Desafíos por delante
En conclusión, la exploración de los impactos ambientales de los nuevos puertos y el creciente tráfico marítimo en Punta Arenas revela un panorama complejo y desafiante. En medio de los esfuerzos de descarbonización y el impulso de convertir a la región de Magallanes en un exportador de hidrógeno verde, la falta de discusión en torno a la estrategia portuaria deja algunas interrogantes.
El déficit de infraestructura actual y la eventual construcción de puertos propios por parte de algunas empresas plantea la posibilidad de múltiples puertos pequeños en lugar de una infraestructura portuaria centralizada. Esta situación requerirá una planificación cuidadosa y una política clara para garantizar un desarrollo ordenado y evitar impactos negativos en los ecosistemas marinos y costeros.
En definitiva, el futuro del estrecho de Magallanes como una potencial vía de exportación del hidrógeno verde debe abordarse con un enfoque integral que considere la infraestructura portuaria, la reducción de emisiones y la protección del ecosistema marino, sin olvidar otros aspectos fundamentales como la participación ciudadana y democracia socioambiental a través de una transición justa.
Solo mediante un enfoque equilibrado y sostenible se podrían aprovechar las oportunidades que ofrece esta región estratégica del sur del mundo.