Licancel: La planta de Arauco con 600 trabajadores que cerró por extrema variabilidad climática

Por: Paula Sánchez Martínez,, Climate Tracker | Publicado: 29.11.2023
Licancel: La planta de Arauco con 600 trabajadores que cerró por extrema variabilidad climática Planta Licancen tras desborde del río Mataquito. / Foto: Jorge Herrera, presidente del sindicato de trabajadores de la planta Licancel
Falta de agua, desbordes de ríos que afectaron la infraestructura e incendios forestales que quemaron la materia prima para celulosa, llevaron a Arauco a cerrar indefinidamente la planta Licancel en el Maule, sentando un precedente sobre el impacto directo que puede tener la crisis climática en empresas y puestos de trabajo.

El anuncio ya había sido informado a gerencia y dirigentes sindicales cuando los trabajadores que estaban de turno recibieron el llamado a reunión: “‘El directorio de Arauco decidió hacerle un cese indefinido a Licancel, dijeron… quedamos plop”, recuerda René Núñez, ex trabajador de la planta de celulosa ubicada en Licantén, región del Maule, que comunicó el inicio de su proceso de cierre el 12 de septiembre de este año.  

Hasta la fecha, la planta Licancel mantenía el 3% de la capacidad total anual de producción de celulosa cruda de pino de la empresa Arauco, cubriendo un 1,7% de sus ingresos totales para el año 2022. Desde la compra de las instalaciones de la fábrica en 1999, la presencia de la compañía en la zona contribuyó aún más a la economía local, aportando con aproximadamente 700 puestos de trabajo, directos e indirectos, este último año. 

Los motivos del cierre indefinido que anunció Arauco en un comunicado enviado a la Comisión para el Mercado Financiero (CMF), apuntaban a las dificultades que “la extrema variabilidad climática” de la región estaba ocasionando en sus operaciones desde hace menos de 5 años, además de la baja disponibilidad de madera para uso industrial que habría generado “la ausencia de una política pública que promueva la reforestación”.  

La historia de los motivos climáticos tras el cierre habría comenzado en 2020 cuando, producto de la sequía extrema que se vivía en la zona central de Chile, la falta de agua en el río Mataquito obligó a detener las operaciones de la planta por más de 2 meses. Paralelamente, el aumento de incendios forestales en regiones como el Maule y el Biobío afectó directamente y de manera significativa el abastecimiento de materia prima. 

Para el año 2023, la sequía pasó al olvido y el caudal del río aumentó de manera histórica en invierno producto de dos temporales de lluvia de características extraordinarias. En junio y más tarde en agosto, el caudal de los ríos alcanzó récords históricos que provocaron el desborde del Mataquito que inundó toda la comuna y afectó los equipos e instalaciones de la planta que nuevamente debió detener su producción por la catástrofe. 

Por curioso que suene, estos últimos desbordes del Mataquito se convirtieron en la gota que rebalsó el vaso, obligando a la gerencia a evaluar la continuidad de Licancel ante la combinación de problemas de origen humano y climático.

“Esta variabilidad climática, sequía en verano, inundaciones en invierno, sumado a que no existe materia prima suficiente, la ecuación lleva a concluir que la sustentabilidad a largo plazo de la planta no es posible”, comenta por teléfono Nelson Bustos, subgerente de Asuntos Públicos de Arauco, asegurando que si hay algo de lo que tienen certeza es que este tipo de escenarios van a volver a repetirse y, por ello, lo responsable era suspender de manera indefinida la producción.

Aun así, para algunos de los trabajadores existen razones económicas importantes tras los motivos expresados en el comunicado. Los problemas de abastecimiento habrían aumentado exponencialmente los costos de los recursos de Arauco para sus labores en Licancel, que cubría tan solo un 1,7% de los ingresos anuales totales de la compañía. A pesar de esto, la empresa reafirma que la decisión sólo se centró en el análisis a largo plazo de la situación climática. 

Actualmente, la planta se encuentra en una etapa de preservación, que supone la limpieza y mantención de los equipos con la finalidad de eliminar maderas, combustibles y elementos inflamables para mantener la fábrica resguardada de incidentes como, por ejemplo, incendios.

“Como estas fábricas son químicas, hay muchos productos dentro de las cañerías de la red que hay que limpiar, contener y eliminar para preservar en forma segura las instalaciones, y obviamente también va de la mano con el tema medioambiental”, explica Winston Córdova, secretario del sindicato de trabajadores de Licancel. Para el 31 de diciembre de este año, la planta deberá quedar en gran parte desenergizada y limpia.

Crisis climática, un problema laboral

René Núñez (59) llegó a trabajar a Licancel en 1993 como ayudante operador de caldera recuperadora, cuando la fábrica aún pertenecía a la empresa suiza Attizhold Holding. Comenta que, a pesar de todo, su reloj natural lo sigue despertando a las 5:30 de la mañana, tal como acostumbró a hacer por 30 años. Para él y el resto de sus colegas, el anuncio de su desvinculación fue inesperado, quedaron a la deriva y sin muchas posibilidades de encontrar una fuente laboral similar a la que tenían.

De los 163 trabajadores directos de Arauco que recibieron el comunicado de su desvinculación, a la fecha, el grueso ya fue finiquitado —como René—, otros fueron recontratados para continuar en labores de preservación junto a los tres dirigentes sindicales por razones del fuero, y, aproximadamente, diez trabajadores están en proceso de movilidad interna hacia otras fábricas de la empresa en la región. Sumado a ese número, se estima que cerca de 600 personas pertenecientes a las empresas de servicio externas a la compañía también quedaron sin trabajo debido al cierre.

Desde su instalación en 1992, la planta de celulosa se convirtió en un pilar fundamental en la economía de la comuna maulina, aportando cientos de puestos de trabajo a nivel regional. Esto se potenció aún más con la llegada de Arauco en 1999, manteniendo un nivel de producción importante que se comenzó a ver afectado estos últimos años. El cierre se dio en medio de una situación compleja para toda la comuna de Licantén que aún se encuentra viviendo los estragos de las dos inundaciones del Mataquito

Es por esto que la bajada de telón de Licancel fue sorpresiva y demoledora para la localidad que, mientras lidiaba con rumores de cierre de otros servicios que quedaron anegados por el agua, recibieron como un golpe knock out esta noticia. El presidente del sindicato de trabajadores de la planta, Jorge Herrera, asegura que “no hubo ninguna sospecha de que pudiera suceder algo así. Estuvimos inundados en junio y, a principios de julio, ya estábamos en servicio, y veníamos produciendo normal hasta que el 21 de agosto llegó la otra inundación que vino como a rematar la planta”. 

Actualmente, Winston y Jorge son parte del pequeño porcentaje de trabajadores que siguen yendo de lunes a viernes a Licancel para cubrir labores correspondientes al cierre. A fin de año deberán definir con la empresa qué va a pasar con ellos hasta que se les acabe el fuero. Ambos aseguran que la situación de quienes fueron desvinculados es lamentable, sobre todo por la fuga de profesionales que supone y por la dificultad que existe en la zona de poder encontrar un trabajo en la misma área. 

“Hay un porcentaje de compañeros que va a hacer su jubilación porque estaban muy cercanos a eso, la mayoría, yo diría que un 60% más o menos joven, están en el proceso de decantación de quedarse sin trabajo”, explica Winston. René, por su parte, se encuentra cesante y haciéndose cargo del almacén de su casa para poder seguir teniendo un ingreso mensual mientras está sin trabajo, comenta que en la zona no hay muchas opciones en torno a lo que hacía en caldera, “ahora, si saliera una pega en una parada de planta, por ejemplo, por Constitución, a lo mejor me iría porque son 15 o 10 días, entonces ya son unas luquitas [dinero] extra”, asegura.

Actualmente, desde la Municipalidad de Licantén se encuentran levantando un catastro de información para estimar de manera más detallada la cantidad de personas afectadas por el cierre de la planta de celulosa Licancel. Al igual que sucede con otras empresas, la presencia de Arauco en la zona levanta oportunidades de comercio y trabajos en rubros como hostelería y alimentación, que también reciben consecuencias directas de este problema, incluso siendo de localidades vecinas como Iloca y Curepto, por ejemplo. 

Jorge calcula que cerca de un tercio de los habitantes de Licantén se vieron afectados directa o indirectamente por el cierre: “Estamos hablando de más de 600 familias que trabajan con la empresa, de los cuales, si empiezas a sumar, son 2, 3 o 4 personas por familia. Es decir, más de 2000. El nivel de cesantía —que deja el cierre de la planta— es muy grande en una comuna que tenía como 6 mil habitantes”. 

El alcalde de la comuna, Marcelo Fernández, asegura que están trabajando junto al sindicato para poder construir proyectos en favor a la comunidad: “(Para ayudar) a que algunos sean colocados en otros trabajos, se especialicen o formalicen en otros rubros, encontrar caminos de desarrollo económico para ellos también, en lo puntual en alguna actividad productiva”. Aun así, los dirigentes reconocen que las posibilidades de encontrar puestos de trabajo similares y en el mismo rubro dentro de la región son muy pocas.

La decisión oficial de la empresa indicó la suspensión indefinida de la producción de celulosa en la planta Licancel, sin embargo, extrabajadores y expertos en la materia aseguran que el cese es más bien definitivo, aunque se cree que la infraestructura de la fábrica podría reutilizarse para otros negocios a largo plazo, como la producción de energía o la fabricación de cartulina. Sobre esto, desde Arauco expresaron haber señalado tanto a las autoridades locales como regionales estar abiertos a buscar alternativas de negocio que sean sustentables por las condiciones climáticas.

Un nuevo modelo forestal para Chile y el Maule

A pesar de la incertidumbre que deja, desde el mundo científico y ambiental ven el cierre de la planta Licancel como una oportunidad para replantear nuestros próximos pasos en el área. Esto cobra mayor relevancia en un contexto donde la crisis climática está aumentando la frecuencia e intensidad de distintos fenómenos extremos, lo que afecta a distintos sectores productivos y, con ello, a la fuerza laboral. 

“Hoy en día a nivel sectorial y sobre todo a nivel forestal, es imposible desarrollar un modelo productivo o de negocio sin tomar en consideración el cambio climático”, explica Rodrigo Herrera, ingeniero forestal de profesión y director del proyecto Tayú de Fundación Terram, agregando que la situación socioeconómica actual del Maule se debe contrarrestar con una perspectiva de desarrollo de tipo ambiental y social a la vez.

Según sus palabras, este cierre se da en una coyuntura en que los problemas de la variabilidad climática se sumaron a problemas de la misma industria: “Hay estudios que indican que la zona donde existe la mayor cantidad de plantaciones forestales exóticas son los sectores de regiones como la séptima, la octava y la novena que concentran la superficie de plantaciones en Chile en una gran proporción, y son regiones que están teniendo problemas asociados a la oferta de madera, a los centros compradores y al cambio climático”, asegura Herrera. 

Por parte de Arauco, el subgerente de Asuntos Públicos indica que, producto de los incendios forestales principalmente, “no hay suficiente madera ni bosques maduros como para abastecer la industria en general. En la zona, si consultas al sector maderero, está todo el mundo con un problema de abastecimiento”. 

Eugenia Gayó, investigadora del (CR)2 y directora del Núcleo Milenio Upwell, apunta a la urgencia de buscar nuevos modelos de desarrollo, dado que la inercia de las actuales fórmulas eventualmente puede llevar a otros cierres como el de la planta Licancel. Según sus palabras, la clave estaría en buscar nuevas formas de producir y consumir, dado que las estrategias que tenemos hoy se construyeron pensando en contextos climáticos distintos. “Debemos ser conscientes de que tarde o temprano debemos ir ajustando nuestras prácticas, pues el medio ambiente irá cambiando constantemente”, asegura.

Las empresas de celulosa pueden generar distintos impactos en el medio ambiente, por ejemplo, a través de la forestación y monocultivos de especies exóticas como pinosque reemplazan a los bosques nativos a gran escala, provocando problemas en el abastecimiento de agua y en los suelos. En este sentido, cabe destacar que el prontuario de pasivos ambientales de Arauco es reconocido por los expertos. La llegada de la empresa a Licantén en 1999 coincide con el aumento en la contaminación de las aguas del Mataquito, como sucedió en junio de 2007 con las denuncias por muertes masivas de peces asociadas a altos niveles de desechos industriales derramados desde la planta al cauce del río, hecho por el que las autoridades chilenas de ese entonces requirieron suspender las operaciones de Licancel, siendo reanudadas recién en enero de 2008.

Desde el mundo científico y activista creen indispensable levantar la conversación que vive este sector productivo, que está provocando pérdidas de fuentes laborales, desde una mirada que reúna lo económico, lo ambiental y lo social en conjunto para poder transformar el modelo forestal actual en uno que dé seguridad, competencia y respete los límites del medio ambiente y los recursos naturales. 

Desde la empresa Arauco, que conforma uno de los dos grandes grupos económicos que predominan en materia forestal en Chile, sostienen que el modelo actual ha contribuido a que Chile sea una potencia importante en la fabricación de productos naturales que provienen de la madera. Por lo mismo, aseguran estar completamente disponibles a dialogar en torno a instrumentos que permitan continuar con sus operaciones.

Mientras tanto, la situación actual del río Mataquito sigue manteniendo en incertidumbre a Licantén. También es una preocupación para las autoridades que reciben constantemente comentarios de vecinos que les aseguran tener miedo de que haya un nuevo desborde. A más de dos meses de la segunda inundación y el cierre de la planta, René Núñez atiende el almacén en su casa para poder seguir recibiendo un ingreso mensual, con temor a un nuevo desastre. Su reloj natural sigue despertándolo a las 5:30 de la mañana, todos los días, tal como acostumbró a hacer por 30 años para ir a trabajar a Licancel.

Este trabajo fue producido con el apoyo de Climate Tracker y FES Chile

 

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