El singular ecosistema que existe en Chile pero no se conserva

Por: María del Mar Parra | Publicado: 03.12.2022
El singular ecosistema que existe en Chile pero no se conserva /
Los bosques mediterráneos solo se encuentran en 5 zonas del planeta, entre ellas la zona central de Chile. Expertos alertan por su degradación.

La semana pasada conocimos que en Chile se pueden encontrar 88 de los 110 ecosistemas que existen en el mundo. Así, el país se posiciona como uno de gran biodiversidad y alto endemismo, con muchas especies que solo se pueden encontrar en Chile, lo que le da una gran importancia para la conservación de la biodiversidad a escala global. Uno de los ecosistemas que destacan en Chile es el bosque esclerófilo; un tipo de bosque mediterráneo que se puede encontrar entre el sur de la región de Coquimbo y el norte de la región del Biobío, y que vive un grave deterioro. 

Los bosques mediterráneos en sí son difíciles de encontrar en el mundo, ubicándose solo en cinco lugares del planeta. El bosque mediterráneo chileno, además, posee una alta variedad de especies que solo existen en dicho lugar, lo que lo convierte en un hotspot de biodiversidad reconocido en todo el globo. Su valor no siempre estuvo a la vista para toda la sociedad: desde la propia Sociedad Nacional de Agricultura (SNA) han argumentado que el bosque esclerófilo corresponde a “maleza o arbustos de ningún valor ambiental”, para justificar el cambio de uso de suelo para fines agrícolas. Pero la evidencia científica ha logrado demostrar su importancia ecológica así como su preocupante estado de degradación.

Para el investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) y del centro CAPES, Patricio Pliscoff, de entre los 88 ecosistemas encontrados en Chile, el más destacable por su carácter único es precisamente el bosque mediterráneo de la zona central. “En ese ecosistema se combinan los dos peores escenarios: está muy amenazado por la presión forestal, agrícola e inmobiliaria, y está muy poco protegido. Menos del 4% de la zona central que contiene estos bosques está en un área protegida, y además es el lugar donde se concentra la mayoría de la población del país”, explica. 

Y el bosque esclerófilo también cumple un rol socioambiental. “El valor del bosque y matorral esclerófilo es fundamental en muchas dimensiones, y realmente podría ser una solución basada en la naturaleza a la hora de abordar temáticas relevantes como la sequía o las olas de calor. La provisión de agua y la presencia de nutrientes en los suelos contribuye a los sistemas productivos y al abastecimiento hídrico tanto de comunidades rurales como ciudades. Pero si seguimos degradándolo, tendremos graves problemas no solo con el abastecimiento de agua, aumentando la vulnerabilidad social, principalmente de mujeres, niñas y niños”, afirma el investigador Matías Guerrero, en un informe publicado esta semana por el IEB luego de dos años de trabajo con otras organizaciones.

Desafíos para los ecosistemas chilenos

Así, se suman esfuerzos para abordar la protección y restauración del bosque esclerófilo en el país. El informe del IEB analiza acciones que se han realizado en protección del bosque esclerófilo y extrae aprendizajes aplicables a futuras políticas públicas sobre el tema, proponiendo enfoques para abordar la restauración de este ecosistema integrando a las comunidades, sus conocimientos y sus prácticas. 

Para Patricio Pliscoff, la solución más importante es aumentar el número de áreas protegidas que contengan este ecosistema. “Esta es la medida más relevante y para ello es importante la creación del Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas (SBAP), que permitirá ordenar las áreas que existen en Chile y priorizar los ecosistemas poco protegidos, entre los que deberían estar estos bosques”, explica. 

Así, muchos representantes de la comunidad científica ven la creación del SBAP como el primer paso para ordenar los esfuerzos de conservación, priorizando los ecosistemas más amenazados. Este orden también se podrá organizar a escala global, a partir del trabajo que logró contabilizar los 88 ecosistemas existentes en Chile. Es la primera vez que se unifica la forma de clasificar los ecosistemas en todo el mundo, y el siguiente paso será evaluar el estado de conservación de cada ecosistema para establecer prioridades y recomendaciones a los países que contienen los más amenazados. 

En Chile, un paso a seguir para este mismo orden es actualizar la lista roja de ecosistemas realizada en 2015, para homologarla con esta nueva clasificación global y establecer la importancia de los ecosistemas chilenos dentro de la biodiversidad del planeta. “Yo trabajé en la realización de esta lista roja de ecosistemas que se hizo en todo el mundo pero llegó un momento en que no se podía avanzar porque todos los países tenían clasificaciones distintas. Con este nuevo esfuerzo ahora se podrán actualizar las listas rojas con una mirada global y establecer prioridades de conservación para aquellos ecosistemas que se encuentran en pocos lugares del mundo y que están amenazados, como el bosque mediterráneo chileno”, reflexiona Pliscoff.

 

 

 

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