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Murales: Ahora los pintores trabajan de día y quienes los borran, de noche

Por: Jorge Montealegre, poeta, ensayista y guionista de humor gráfico | Publicado: 24.02.2021
Murales: Ahora los pintores trabajan de día y quienes los borran, de noche |
Revisando los casos de vandalismo da la impresión que la derecha prefiere atacar las manifestaciones no violentas para provocar la violencia que le conviene. Además de la violencia institucionalizada que exacerba la indignación permanente, la represión policial y las provocaciones llaman a la violencia.

Recuerdo a Mico, siempre brocha en mano, dirigiendo la brigada muralista Camilo Torres; y desde los tiempos de la revista Análisis sigo sus chistes gráficos desde los cuales opina sobre la política y otros tópicos. A propósito del vandalismo que sufre el muralismo, leo un artículo suyo donde nos cuenta que con el mural Muerte al Invasor” que David Alfaro Siqueiros pintó en la biblioteca de la Escuela República de México en Chillán (1940) se da inicio a la tradición del muralismo político en Chile. Obras que siempre están expuestas a la mirada pública y que cuentan la historia de las luchas populares. Hoy también, con una diversidad enorme.

Arte público y violencia

Son múltiples los testimonios que dan cuenta de las manifestaciones gráficas callejeras realizadas durante el estallido social. Murales, afiches, rayados que fueron borrados, hechos desaparecer. Sin embargo, con la pulsión del registro histórico, muy luego se convirtieron en magníficos proyectos digitales (por ejemplo La ciudad como texto, de Carola Ureta; Expresión y protesta, de Jano Lepinado, y otros) y están en libros de fotografías y documentales. Son vestigios de una contingencia con su efervescencia, entusiasmo y dolor colectivo; y podría entenderse que lo realizado y lo borrado son expresiones de una etapa previa, vertiginosa, al paréntesis que ha significado la emergencia sanitaria con sus cuarentenas y toque de queda. 

En esta pausa –porque la revuelta sigue latiendo–, con más serenidad, la comunidad se sigue expresando y muchas veces lo hace a través del muralismo y diversas iniciativas culturales. Estas expresiones en sí son contestatarias, públicas, callejeras. Así son interpretadas por la “autoridad” que censura y reprime de diversas formas. Son varios los casos en este último tiempo. El hostigamiento a los artistas callejeros, ilustrado trágicamente con el homicidio de Francisco Martínez cometido por un carabinero, es habitual concentrando todo tipo de discriminación (etaria y social principalmente) que concentra el control de identidad.

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Por otra parte hay discriminación de género en la querella contra el colectivo LasTesis (Daffne Valdés, Lea Cáceres, Paula Cometa y Sibila Sotomayor), otro ejemplo insoportable para la autoridad que acusa el “atentado contra la autoridad”  y la “incitación al odio y a la violencia” a través de su performance que se replicó en distintas ciudades de Chile y el mundo. 

Paradójicamente esta “incitación al odio y a la violencia” la está cometiendo la misma derecha al llamar la atención sobre los murales que comparten una memoria incómoda, íconos revolucionarios o mensajes feministas con visión de futuro. Expresiones artísticas, pacíficas, hechas en equipo y de manera organizada. Víctimas de la censura vandálica y los discursos de odio.

Al corazón del amigo: ¡Abre la muralla!

Pienso en un mosaico dedicado a Pedro Lemebel, un retrato compuesto de cientos de piezas colocadas amorosamente. Los vándalos primero le sacaron los ojos, luego rompieron su boca. A modo de desagravio algunas personas pusieron flores en los espacios destrozados. Finalmente fue destruido completamente. Ya no existe ese mosaico. Es sabida también la disputa en Las Condes por un mural dedicado a Víctor Jara, realizado en la misma calle donde el artista vivió junto a Joan y a sus hijas. Es hermoso, significativo, que se construya cultura local recordando a un vecino universalmente reconocido. Pero el mural –autorizado– fue vandalizado, vulnerando el derecho de vivir en paz. Tuvo resonancia mediática y vandálica la curiosa crítica de la seremi de Cultura de Valparaíso contra uno de los murales realizados por Mon Laferte: “individualista y egoísta”, que connota un encono de otro tipo.

El mural (producido además por Joel Orta, Mary Tobar, Solange Bustamante, Marta Nuñez, Mario Nuñez y Bruno Peirano) se titula Día uno, referido al ciclo menstrual, un tema rupturista que está en el aire del arte contemporáneo hecho por mujeres que me recuerda la pintura Ángel de la menstruación de Cecilia Vicuña. El mural es alegre, colorido, con humor; en el estilo de sus otras obras que se han expuesto en México y que se exhiben en la misma galería de arte Bahía Utópica, que es la casa sobre cuyos muros se pintó el mural que nunca debió ser polémico ni vandalizado bajo el amparo del toque de queda. A diferencia de otros rayados, que afean y desvalorizan el sitio patrimonial, el de Mon Laferte es un valioso regalo para la ciudad y sus visitantes. La cantante ya ha realizado muestras de su arte plástico en México y en estos momentos su muestra Gestos se exhibe en el Museo de la Ciudad.

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Vuelvo al artículo de Mico, seudónimo de Luis Henríquez, humorista gráfico y profesor, quien está de candidato a concejal por Santiago. Desde la Radio de la Universidad de Chile nos informa de la digna tradición del muralismo en las luchas sociales de Chile y de la organización que ha coordinado las diversas brigadas desde tiempos de la dictadura. “Este movimiento hoy se ha diversificado, quizás ya no es tan militante y partidista como antes, pero no ha perdido su carga ideológica y contestataria. Su pasado lo marca, pero su vigencia se renueva día a día. Tras el 18 de octubre eclosiona nuevamente de la mano del Estallido Social y convierte diversos muros en pizarras públicas, vitrinas al aire libre y páginas vivas de luchas, historia y memoria que también fueron cubiertos una y otra vez con pintura gris. La vuelta de tuerca de la reacción institucional a este fenómeno es tan curiosa como reciente: ahora los pintores trabajan de día y quienes los borran, lo hacen de noche, en medio del toque de queda. Se invirtieron los papeles, pero los actores siguen siendo los mismos”.

Revisando los casos de vandalismo da la impresión que la derecha prefiere atacar las manifestaciones no violentas para provocar la violencia que le conviene.  Además de la violencia institucionalizada que exacerba la indignación permanente, la represión policial y las provocaciones llaman a la violencia. La derecha está más cómoda condenando los incendios –que siempre hay que rechazarlos y verlos con suspicacia– y estigmatizando a toda la oposición como terrorista. Le incomoda disputar en el terreno del arte y la cultura. Bienvenidas las brochas que opinan y embellecen. Al corazón del amigo –como cantaban los Quila: ¡abre la muralla!  

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