OPINIÓN | ¿Por qué está mal explotar animales?

Por: Nicole L. Cross / Ética Racional | Publicado: 13.08.2021
OPINIÓN | ¿Por qué está mal explotar animales? /
«Los demás animales no tienen interés en ser tratados como propiedades de los humanos, ellos no quieren ser sometidos contra su voluntad. Si los humanos tienen el derecho a no ser tratados como propiedades (esclavos o meras mercancías), entonces estamos obligados moralmente a considerar los intereses del resto de animales, con el mismo peso que tomamos los nuestros. Si realmente nos tomamos en serio el principio de igualdad, entonces no deberíamos discriminar en función de la especie».

Hay dos grandes categorías de seres en el mundo: seres sintientes y seres no-sintientes. Los seres sintientes son aquellos que poseen un sistema nervioso activo; esto les permite  tener sensaciones, voluntad e intereses propios. Por ejemplo: los humanos y los demás animales. Los seres no-sintientes carecen de un sistema nervioso activo o análogo, por lo tanto no pueden experimentar sensaciones. Por ejemplo: las plantas, minerales, objetos, entre otros.

La sintiencia o capacidad de sentir nos hace distintos de las cosas u objetos, nos hace poseer conciencia de nosotros mismos y de lo que nos rodea. Es la única facultad que distingue radicalmente a los seres en alguien de algo, pues su función es dotar a los seres de sensaciones, y una sensación no puede darse en el vacío impersonal. La sintiencia implica autoconciencia, es decir, la conciencia más básica de uno mismo y que nos permite diferenciarnos de los demás. Por ejemplo: un cerdo que siente dolor, sabe que él mismo lo padece y no otro sujeto.

La explotación de seres sintientes

Explotación en un sentido semántico significa sacar un provecho o beneficio a costa de algo o alguien, es decir, significa utilizar a un ser exclusivamente como un medio para obtener un fin. El beneficio puede ser material o inmaterial. En el caso de las cosas u objetos no presentan en sí mismos ningún factor que impida su explotación. Por ejemplo: la explotación minera o agrícola. Por el contrario, explotar a alguien es tomarnos la libertad de hacer con ese alguien lo que nos plazca, y sin su consentimiento, violando principios éticos como el principio de igualdad y el respeto al valor moral de los individuos en los que se sostiene la ética.

La explotación de alguien implica cosificación; como si no fuera un ser sintiente  o un sujeto con consciencia, voluntad e intereses propios. La explotación de alguien vulnera los derechos individuales, reduciéndolo con ello a la condición de cosa. Cosificar a alguien no significa creer de forma  literal que es un objeto, sino tratarle como si lo fuera. Aquí tenemos la primera razón moral por la que la explotación de los animales es éticamente inaceptable.

Los demás animales no tienen interés en ser tratados como propiedades de los humanos, ellos no quieren ser sometidos contra su voluntad. Si los humanos tienen el derecho a no ser tratados como propiedades (esclavos o meras mercancías), entonces estamos obligados moralmente a considerar los intereses del resto de animales, con el mismo peso que tomamos los nuestros. En eso consiste la igualdad moral; los intereses básicos y relevantes de los individuos deben ser  tratados de manera igual (al mismo nivel), porque son los mismos intereses aunque se den en individuos diferentes. Por ejemplo: si un cerdo y un humano tienen el mismo interés por vivir (interés básico), ambos intereses deben ser considerados al mismo nivel. Ésta es la segunda razón moral por la que la explotación animal es inmoral.

La Igualdad moral

La igualdad no implica forzar que todos los individuos seamos iguales en aquello que no lo somos, sino solamente implica reconocer y asumir que debemos ser considerados en aquello que de hecho somos iguales. Poner al mismo nivel los intereses de los demás animales con los nuestros, no significa que debamos preocuparnos por satisfacer sus intereses, sólo significa que los intereses merecen la misma consideración, y que ningún individuo merece ser sacrificado en beneficio ajeno.

Si realmente nos tomamos en serio el principio de igualdad, entonces no deberíamos discriminar en función de la especie. La especie  no tiene relevancia moral, es una abstracción que carece de realidad objetiva, pues es un constructo humano que deriva de nuestra mente, con el objetivo de identificar y ordenar a aquellos seres vivos que tienen parentesco evolutivo o genético.

Si consideramos la ética, sus principios y los hechos empíricos, no existe razón que justifique aplicar un criterio diferente hacia los demás animales. Ellos tienen los mismos intereses fundamentales que nosotros. Lo relevante para respetar a alguien es su capacidad de sentir, es lo que nos hace iguales o equivalentes en el ámbito moral.

El especismo nubla el razonamiento moral

El especismo es un prejuicio milenario que excluye a los demás animales de la consideración moral. Es una creencia que se asume como verdad, sin ser cuestionada por la mayoría de la sociedad. El concepto fue creado en el año 1970 por el psicólogo Richar Ryder, para describir la existencia de una discriminación moral (arbitraria) basada en la especie. El especismo es la causa de la explotación animal, pues hace creer a la gente que el resto de animales sólo existen en el mundo para servir a los seres humanos. Al igual que el racismo, el sexismo y otras formas de discriminación arbitraria, el especismo es una discriminación basada en una característica irrelevante; la especie.

Los humanos que discriminan a otros en función de la raza, sexo, orientación sexual u otra característica irrelevante, no son malas personas o tiene una maldad inherente. El problema radica en la educación que recibimos o el adoctrinamiento cultural, pues nubla el razonamiento moral o la empatía. Nos inculcan desde temprana edad los prejuicios y hábitos de comportamiento, que configuran nuestra forma de pensar y actuar con los demás.

“A los animales, a quienes hemos hecho nuestros esclavos, no nos gusta considerarlos nuestros iguales” Charles Darwin.

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